Los niños no saben lo que son los Christmas



El año pasado, por primera vez, no recibí ningún christmas. Este año, dudé en mandar mis felicitaciones por Navidad. Pensé en todo lo que me iba a ahorrar: Buscar y comprar los christmas; seleccionar cada ilustración de la tarjeta para cada destinatario; comprar los sellos; escribir a mano cada uno de ellos, personalizando la felicitación de Navidad; buscar las direcciones y escribirlas –en estos casos el remite me lo ahorro- encontrar un buzón y echar las cartas. ¡Vamos, un engorro! Además quita tiempo y, por los que recibí el año pasado, ya no se debe de llevar. Huele a naftalina.

“Todo lo bueno necesita de un esfuerzo previo, no existe nada –honrado- que se consiga sin esfuerzo”   


Más tarde, caí en la cuenta que justo todo lo que me iba ahorrar era todo lo que hace feliz a los destinatarios y a mí, sobre todo a mí: Un placer ir a buscar unos christmas con los motivos que van a gustar a los destinatarios – si además pertenecen a una ONG, mucho mejor; meditar la sonrisa que pondrán al abrir el buzón y encontrar una carta que no es del banco; comprar sellos y enterarme que este año cuestan 60 céntimos, pero no viene marcado en el propio sello y, de paso, disfrutar con las ilustraciones navideñas de las estampas – como la del niño montando el Belén de este año-; escribir con mi bolígrafo preferido, cerca de la calefacción y con un café calentito cada uno de los christmas, escogiendo cada frase de felicitación, esforzándome en la letra, el encuadre y la armonía de la tarjeta, a la vez que reservo un hueco para las frases o pequeños dibujos de mis hijos, que más tarde tendré que reunir para la tarea, como un evento tradicional más de la Navidad y observar como también disfrutan ellos; escribir las direcciones y pegar –ya son pegatinas- los sellos; salir a dar una vuelta por la calle, regocijarme con las luces de Navidad junto con mi familia mientras buscamos un buzón de correos, el mismo buzón que utilizaremos para mandar la carta a los Reyes Magos en breves días.

Claro está que todo ello puedes ahorrártelo reenviando un WhatsApp navideño a todos tus contactos y grupos. ¡Y ya está! Yo disfruto con todo el proceso del envío de christmas, lo que no quiere decir que el resto de la humanidad tenga que disfrutarlo también, pero ¡ojo! Todo lo bueno necesita de un esfuerzo previo, no existe nada –honrado- que se consiga sin esfuerzo, por lo que si quieres hacer feliz a los demás con una felicitación Navideña hay que trabajarla y poner voluntad y energía, perdiendo tiempo.

Belén de Lluís Bargalló


“Si las felicitaciones no están personalizadas y no desprenden un poquito de esfuerzo al realizarlas y cariño al redactarlas, acaban en la papelera de reciclaje”


También se aplica en la empresa, donde llueven los emails indiscriminados felicitando las Navidades. No nos vamos a engañar. Todos sabemos que si las felicitaciones no están personalizadas – tanto en el asunto, como en el texto- y no desprenden un poquito de esfuerzo al realizarlas y cariño al redactarlas, acaban en la papelera de reciclaje mientras que el receptor suspira: “Estoy harto de las Navidades”.

Foto: Todocolección


“Disfruto al escribir con mi bolígrafo preferido, cerca de la calefacción y con un café calentito cada uno de los christmas”

Los Christmas conmemoran la Navidad y sirven para decir a otra persona que te recuerdas de ella y le deseas lo mejor. Tanto si son de carácter personas como empresarial hay que esforzarse y mostrar todo el cariño posible, porque de otra forma puede producirse el efecto contrario: Te mando un Christmas por obligación, con desgana y porque es lo que toca. Y punto. Si lo haces de esta manera, lo mejor es que reenvíes la felicitación del WhatsApp y/o te abstengas de mandar el email con el asunto: Sr@ le deseo Felices Fiestas.   

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