DISFRACES: YO TAMBIÉN QUIERO SER SUPERMAN
Realmente
esta entrada es una excusa para poder hablar del disfraz como juguete
histórico. Digo histórico porque desde hace mucho, mucho tiempo, los niños han
querido disfrazarse; jugar imaginando que son grandes guerreros, dulces damas,
pistoleros en el oeste y superhéroes incansables de saltar por el sofá, pegar
puñetazos al aire y correr con la capa remendada al aire. Así, que yo sepa,
tanto la historia como la imaginación de los pequeños me dan la razón: el
disfraz es un juguete. Antes barato, se hacían los trajes en casa o en casa de
la abuela, ahora un poco menos accesibles, ya que las madres no tienen la
costumbre de coser y los trajes se han vuelto más sofisticados. No me imagino a
mi madre haciendo el disfraz de Lord Vader…pero, mira, el de Bilbo Bolson, sí.
Ahora
hemos perdido la tradición de disfrazarnos para jugar y lo relegamos a fechas
conocidas como los Carnavales o Todos los Santos ( por no decir el nombre en
inglés) cuando no hay mejor estimulante para la imaginación que la fantasía de
pensar que somos alguien con maravillosas dotes para hacer el bien (Disfrazarse
para hacer el mal no tiene ningún sentido) Quedan algunas empresas que todavía
dedican páginas de sus catálogos a los disfraces, cosa que me parece
fantástico. El disfraz es un juguete. Recuerdo perfectamente que a mi me
encantaba uno de Superman. Durante años fue solicitado a los Reyes Magos, pero
parece que siempre se olvidaban de traermelo. Más tarde, mi madre decidió que
me lo hacía ella y con el paso del tiempo, que fue mucho, una vez acabado, me
di cuenta que era demasiado mayor para ponerme el disfraz y jugar a superhéroes
por mi casa. Esto debe quedar bien claro, el disfraz tiene un fecha de
caducidad: una niña disfrazada está monísima, un adulto disfrazado (si es
hombre, normalmente disfrazo de monja o de mujer…¡qué manía tengo a esos
disfraces!) está hecho un adefesio hilarante… Sí, no engañaros, es así. Aunque
rompiendo una lanza a favor del disfraz para adultos, las fiestas de disfraces
organizadas y temáticas suelen ser muy divertidas. Convención Star Wars. Ven disfrazado. ¡Qué pasada! Pero no olvidar
que, aunque sea por unas horas, no se debe perder la decencia y el pudor nunca.
Con
estas breves anotaciones y volviendo al disfraz como juguete, está muy claro
que de lo que se trata es de estimular la imaginación, disfrutar jugando,
inventarse historias en las que uno es el protagonista, saltar, correr y
deleitarse con una buena aventura proyectada desde tu cabeza… y si no me crees,
sólo tienes que esconderte y mirar a tus hijos, mientras juegan disfrazados.
Tampoco
quiero llevar a engaño, por lo que si esperabas un catálogo de disfraces para
niños, echar un ojo a los que tenemos en nuestra colección, sin olvidar mis
propios disfraces de hace mucho, mucho tiempo… O, si por otro lado, buscabas
información de Carnaval, te puedo resumir que la palabra proviene de "carnem levare" que no es otra cosa sino
la privación de alimentos, entre los cuales sobresale la carne.
Ahondando en
significados, creo que la palabra más exacta es: Currus narvalis. Un carro
naval que hacía un paseo llevando como pasajeros a hombres y mujeres con
máscaras.
El
carnaval se continúa haciendo desde el domingo antes del Miércoles de Ceniza,
hasta el primer domingo de Cuaresma. En la cultura romana y en todos los
territorios dominados por el gran Imperio, el carnaval se centraba en torno a
las fiestas Saturnales, es decir, fiestas en honor al dios Saturno y al dios
del pan (fiestas Lupercales).
Durante ellas predominaba el desorden civil, no
había unas medidas tan duras y estrictas contra los desenfrenos morales. En
todos sitios había cantos satíricos y críticas contra los poderes instituidos,
la autoridad y la religión (Chirigotas)
Al
adentrarse en el estudio de las fiestas, es curioso observar cómo todas ellas
tienen un origen basado en lo religioso. El disfraz, antes, era una forma
empleada para librarse de la influencia de los malos espíritus. Y una forma de
lograr este objetivo, era colocarse la máscara para que no reconocieran a la
verdadera persona. Otros dicen, al contrario, que era un modo de congratularse
con los espíritus poniéndose en el rostro máscaras que, de algún modo, pudiesen
imitarlos. Así se veían libres de su maleficios y obtenían su benevolencia.
Cuando
el folclore se mantiene en sus cánones, la moral en su sitio y se guarda
respeto, el Carnaval, antesala de la Cuaresma de penitencia y abstinencia como
camino a la glorificación de Cristo, está bien y es divertido.
PD.-
Lo siento. No me gustan las chirigotas.
PD.-
Conozco a uno que fue despedido de la empresa por su participación en los
Carnavales de Río, con un disfraz indescriptible. Tuvo la mala suerte que abrió
telediarios…
Alberto Martínez Mora
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