SIN TABLETAS GRÁFICAS CON ELLOS APRENDISTE A LEER Y A IMAGINAR
Bueno, pues resulta que Alberto
me ha hecho el terrible encargo de que les escriba a ustedes que le siguen con
fruición e interés por sus juguetes, sobre los cómics de mi infancia. Y para
empezar la tarea, aflora en mi interior la terrible duda… ¿Existían los cómics en
mi infancia?:
No, no es que yo sea un
ser antediluviano. No. Los cómics existían, pero desde luego, con ese nombre,
no. Cuando era un pequeñajo devorador de cualquier cosa con dibujos, lo que yo
consumía con avidez se llamaban cuentos, o historietas, y como mucho, algún
listo los denominaba tebeos, por asociación con la revista TBO que ya en los años 30, antes de la guerra, vendía cerca
de doscientos mil ejemplares (tirada parecida a la que hoy a duras penas
consiguen La Vanguardia, El Periódico o La Razón). Pero en los ochenta, justo cuando dejé de ser un púber
para convertirme en un preadolescente, surgieron lo que antaño se llamaban snobs, y hoy se llaman gafapastas, y nos convencieron a todos
de que lo que leíamos no eran cuentos o historietas, puesto que eran términos
peyorativos; ni tampoco tebeos, puesto que era una marca comercial de un
producto humorístico y para niños. No, lo que leíamos nosotros que ya éramos
mayores, cultos, hechos y derechos, eran cómics. Y hoy, que ya no soy mayor,
sino mayorzote, incluso más de lo que quisiera, han venido los mismos (pero
otros) a avisarme de que lo que yo leo ya no son cómics, sino novelas gráficas.
Pero novelas gráficas de arte secuencial, nada menos. Probablemente, desde que la
historieta Maus (de Art Spiegelman), en 1990 ganó el Pulitzer a nuestros queridos cuentos e
historietas, y a los cómics se les ha de tomar más en serio y llamarles con
nombres largos y rimbombantes… En fin.
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En mis tiempos mozos, la gran oferta ya no estaba protagonizada por la
revista TBO, que se hallaba en su
declive. El imperio Bruguera había
cogido el relevo. Pulgarcito, DDT, o Tío Vivo, eran sus revistas de referencia. También publicaban
cuadernillos de historias con El Capitán
Trueno o El Jabato como
protagonistas principales. En Súper Pulgarcito
nacieron y crecieron los más grandes personajes de las historietas de mi
infancia: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Anacleto, Sir Tim ‘O Theo,
Rompetechos, Las hermanas Gilda,
el botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio y un larguísimo
etcétera.
Cada entrega de estas historias era una riada de diversión sin límite, que te preparaba para la próxima edición, y si en España tuviéramos un poco de visión, seguro que tal imperio no hubiera hecho suspensión de pagos, ni después de varias resurrecciones con nombres diferentes no hubiera desaparecido en 1986, ni se hubiera permitido que sus gestores se enfadaran con los autores y pleitearan contra ellos, no permitiéndoles dibujar sus personajes durante años, y puede que hoy, tal emporio se hubiese podido mantener de alguna forma, e incluso hacer parques de atracciones, y merchandising, y demás cosas con las que se forran allende nuestras fronteras con sus héroes de tebeo.
“Mortadelo y Filemón Agencia de
información” es el gran referente de nuestra historieta. En relación con
sus coetáneos europeos, Tintin, Astérix o Luqui Luque, nos ofrecía un humor directo y desternillante, con
unos personajes totalmente surrealistas. Algo muy nuestro. El refuerzo dibujado
y humorístico al concepto de antihéroe que adoramos desde el Quijote o El Lazarillo de Tormes. Quizá el culmen del surrealismo más feroz
del cómic mundial sea esa maravillosa página de 13,Rúe del Percebe en que las viñetas se convierten en cada uno de
los pisos de un bloque habitado por grotescos personajes a cual más imposible y
extraño. Mortadelo aún hoy, en los
tiempos de la novela gráfica y el cómic tomado en serio, sigue siendo un
personaje absolutamente irrenunciable. Y Francisco
Ibáñez el autor que más colas origina año tras año en el Saló Internacional del Cómic de Barcelona,
uno de los más importantes de Europa.
Y si en el terreno humorístico, el rey era Mortadelo, en el terreno figurativo
recuerdo con especial cariño al Capitán
Trueno de Mora y Ambrós o Joan Boix, al que acompañaban una pléyade de personajes secundarios
brillantes, como Crispín y Goliath. El Jabato, El Corsario de
Hierro o El Cosaco Verde eran
otros tebeos de aventuras de la época profundamente influenciados por el
Capitán Trueno. Con ellos aprendí a dibujar armaduras, a pintar cachiporrazos,
y a vivir el amor por la épica de la espada que me situó, para ser en el futuro
un orgulloso friki de las sagas del Señor
de los Anillos y la reciente Juego
de Tronos.
El formato para consumir todas esas historietas era la revista. O el
cuadernillo apaisado para el caso del Capitán
Trueno… Las Hazañas bélicas,
gran, gran tebeo de los hermanos Boixcar
podía presentarse de las dos maneras. Cuando había premio en casa (buenas
notas, haber soportado estoicamente la visita al practicante, haber hecho un
recado súper importante, etc…) el regalo era un tebeo pero el formato se
tornaba en el volumen encuadernado en tapa dura (el cuento gordo):
Si la historieta era
humorística, te caía un SuperHumor,
que era una recopilación maravillosa de las historias que se encontraban en las
revistas o en los cómic books.
Si la historieta tenía el formato figurativo, solía ser un volumen de
varias novelas ilustradas, en las que te podían tocar las mejores obras de Julio Verne o Emilio Salgari en cómic, o salteadas en versión textual y cómic.
De entre mis tebeos, recuerdo con gran cariño tres números apaisados de
una versión de Tarzán ilustrada por Burne Hogarth cuyas viñetas eran,
todas, una a una, una obra de arte; y un libro sobre la historia de Superman explicada por el gran teórico
del cómic en este país, Javier Coma. La portada de aquel ejemplar, con
un magnifico Hombre de Acero, de medio lado, ante una página de cómic en blanco
y negro a su espalda, haciéndole de fondo, era hipnótica para mí, en aquellos
mis años mozos.
Y con esto termino. Quizá muchos esperaban mayores referencias a Tintín, Astérix, Blueberry, Tex, los superhéroes de la Marvel o la DC, o los personajes de StarWars…
Pero a esos llegué en mi adolescencia, años después, cuando ya estaba enamorado
gracias a estos otros, de esta maravillosa manera de contar cuentos, historias,
dramas y chistes que es el cómic, la historieta, el tebeo, la novela gráfica o vayan
a saber cómo la llamarán mañana…
PD.- Este artículo no tiene firma... pero estoy seguro que cuando sea famoso el autor por sus dibujos, cómics, tebeos o novelas gráficas, reconocerá este escrito y por consiguiente, este blog será valioso y de culto... Gracias anónimo.
Alberto Martínez Mora
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